LANZAROTE
Veintinueve grados latitud norte, trece grados longitud oeste.
A ciento veinte kilómetros de la costa africana.
Una isla brotada del océano Atlántico hace quince millones de años.
860 km2 de paisajes esculpidos por la actividad volcánica y los húmedos vientos alisios.
Esta naturaleza de fuego y viento ha inspirado una cultura. Una mirada. Una manera de estar en el mundo.
Pintada, dibujada, fotografiada, ilustrada, grabada, explorada por artistas y científicos desde mediados del siglo XIX, la isla vio nacer a un creador que la marcó con una huella indeleble. Se llamaba César Manrique.
Su mayor obra fue contagiar su pasión la naturaleza insular a un equipo de personas con las que intervino en cuevas, jameos, riscos, volcanes, canteras y castillos. Juntas, crearon unos centros de arte público en total simbiosis con la esencia de Lanzarote, dándole un protagonismo total.
Hoy, jóvenes artistas, marcados, influenciadas por el tiempo que les ha tocado vivir, comparten aquel espíritu manriqueño: fuego, vanguardia, evolución.
Las 150.000 personas que habitan este singular territorio son una mixtura de raíces: un centenar de nacionalidades conviviendo en esta encrucijada flotante, entre África, America y Europa.
Todas son testigos de las disonancias cognitivas de la isla: dependiente total del turismo, afrentada por el cambio climático, laboratorio de investigaciones científicas internacionales, víctima de consecutivas burbujas inmobiliarias, referencia como residencia artística, ejemplo de resiliencia.
Una isla en la periferia de la periferia.
Una isla en el centro del mundo.